15 de abril del 2015. + o – 10:09 A.m.
Puerto Nuevo; Baja California.
Hoy, como hace muchos días, me levanto sin un plan del día.
Solo despierto he inicio las rutinas de siempre o tal vez esperando que las cosas surjan al transcurso
de las horas, como esta escritura que tiene varios días, semanas y meses
pendientes.
“De vez en cuando hay que sacar la basurita”.
“La felicidad es un camino, no una meta”.
¿Cuántas emociones acumuladas? ¿Cuántos ciclos sin cerrar?
Todo eso va ensuciando mi visión de la felicidad, de la belleza de la vida.
He dejado de apreciar el café que me sirve con cariño mi
compañera. He dejado de disfrutar la sonrisa de mi conducta (hija) al
despertarse, tan bella ella y yo sigo durmiendo, soñando que las cosas son lo
que no son, confundiendo la visualización, con la fuga de la fantasía.
Ya no encuentro satisfacción en las idas a pescar, en “el
taller de chingaderitas”, que esta lleno de materiales y herramientas esperando
que las manos inquietas y la fantasía creativa hagan las delicias que
disfrutaran los ojos de otros.
Solo estoy vegetando, solo soy un animal de granja
engordando la vida en un pequeño espacio, un animal que come y caga.
¿A dónde está “el perrito sin dueño? ¿A dónde está “el
ermitaño urbano? ¿A dónde está el loco de la playa?
No sé.
Pero cierto estoy, que dentro de mi se siguen moviendo,
empujando, reclamando su derecho a salir y gritar al mundo sus razonamientos
locos y contra corriente al consumismo destructivo de la tierra.
“Mirar de donde vengo y a dónde quiero llegar, eso es, lo
que yo llamo el minuto de conspiración”.
Talvez estoy cansado, solo un poco fatigado a causa de mis “conexiones
con la pintura”, sin conectarme con los lugares mágicos que muchos no ven.
Cierto es que, he avanzado en la técnica del plasmar lo que deseo en colores y,
me agrada tanto que de pronto me doy cuenta que vivo sin el miedo que causa el
no vender, aunque esto no pasa, pues la gente se acerca a observar al loco
metido en su mundo, tal vez, esperando poder ver algo de lo que el ve, de lo
que el vive.
Ya no me he detenido en las orillas del camino a disfrutar las
flores que cada año crecen de manera natural, ya no me he perdido en las olas
del mar cada que viajo en los microbuses locales. Ya no sonríe mi niño interno
cuando veo alguna tuza esconderse a mis ojos, en los terrenos baldíos que
rodean la casa donde vivo. Ya no siento esa alegría al escuchar los cantos de
las aves que se paran en las palmas de las palmeras frente al balcón.
Me he quedado con las noches oscuras y algunas estrellas,
con mi dialogo con el de arriba y el reflejo de la luna sobre el gran océano.
Busco, espero, pido, mientras mi cigarrillo nocturno se va acabando poco a poco
y con el, el corto tiempo que pongo para que algo extraordinario suceda,
Ninguna luz intensa baja y me habla, ningún rostro divino se
asoma a verme, ninguna extraña nave se muestra para hablarme de las grandezas
del universo y la creación de Dios.
En cuclillas sobre la silla, con el rostro levantado y en
silencio, le sigo hablando, pidiendo los milagros que ayuden a garantizar la
seguridad de mi familia, de mi gente, pidiendo un cambio en la energía de mi
país y el mundo.
Se que me escucha y responde aunque, sus palabras no entren
por mis oídos, aunque su rostro de mar, cielo, estrellas y noche, no llene el
milagro que yo deseo.
Esta ahí, siempre ha estado ahí frente a mis ojos, tocándome
con las manos de la gente, viéndome con los ojos de los animales, moviéndose en
las hojas de tantas plantas, susurrando en los ruidos de los vehículos que
pasan por la pista. Aquí esta, rodeándome con el frío de la noche y los rayos
del sol de cada día.
Gracias, tanto que
agradecer por tantas bendiciones.
Ayer me toco ir a pescar. Dos veces tuve que regresar a
casa. Primero porque ya fuera de ella, sentí que mi caña no pesaba igual y al
observarla bien me di cuenta que había tomado otra diferente. Regrese metí las
dos llaves y abrí la puerta, dejé la caña equivocada y tomé la que siempre
llevo, la de carrete grande, su peso en la mano me hizo sentir mas seguro y
volví a salir de casa, la oscuridad de la madrugada me acompañó por la vereda
que lleva al cruce de la pista, en el camino me persigné. Siempre que tengo
miedo a que algo malo me pase, lo hago como si con ello le dijera a Dios: ¡Cuídame!
¡Por favor, cuídame! Para que nada malo me pase.
Crucé la pista. Siempre con el temor de algún carro con las
luces apagadas. Ya punto de cruzar el segundo carril algo me hizo recordar la
carnada y entonces volví de nuevo a casa.
Reprochándome el descuido. Con el tiempo encima abrí la reja
del patio, entonces apareció ella, yo te la paso -me dijo- .
Me aventó la bolsa con la carnada y volví otra vez a reanudar mi camino. Al pasar por la capilla
del puerto, volví a persignarme, no sin antes descubrirme la cabeza.
Las calles están solas pero siempre hay un gran escándalo,
es el canto de las aves que anuncia la cercanía del amanecer.
Ahí, en esas calles camino, con mi mochila vieja de piel en
la espalda, en la mano la caña y en el hombro un costal donde llevo las botas,
el chaleco salvavidas y un pantalón impermeable de color naranja fosforescente.
Llegué a la casa del “Pecas”, el dueño de la lancha, aún
esperamos unos minutos a que le terminaran de preparar un lonche, de ahí nos
fuimos a recoger a su hermano y fuga a cargar gasolina a Rosarito, el camino es
largo y vamos platicando cosas sin importancia, tal vez para llenar el espacio
mientras la música de Maná nos alegra el corazón.
Llegamos. ¿Vamos a pasar al oxxo o compramos aquí? –le pregunté
a mi compa. Pasamos al oxxo -me dijo-. Se bajó y regreso rápido, un poco
enojado.
¡Ching….! Se me olvidó la cartera en la casa.
Día de olvidos y regresadas -me dije-.
14 kilómetros de regreso. Regresamos a Puerto Nuevo y de ahí
otra vez a Rosarito, para al final tomar camino a Popotla.
Cuándo por fin llegamos a Popotla, ya había amanecido.
Cargamos las cosas en la lancha. Se pegó el remolque a la camioneta y al agua
patos.
No hay mucho oleaje pero, siempre en las salidas se dan los
mayores problemas. Después de pasar las olas, siempre me vuelvo a persignar. ¡Cuídame!
Ya tenia días que no salía a pescar, ya se me habían
olvidado los sentones y el tener que hacer equilibrio para golpearme lo menos
posible, mientras nos adentramos y dirigimos
a lo que llaman Los Bajos, una línea de rocas que corre bajo el agua paralela a
la costa, tal vez una formación montañosa que llega hasta Ensenada.
Otros compas ya nos estaban esperando en el punto de pesca,
“El Sabanda” y “El Negro”.
Preparamos las cañas y tiramos en varios lugares, casi no
hay pescado y los que salen son pequeños, “chilinsquis”, “chiliguilis”.
De pronto fue tanto el rollo que nos pusimos mejor a “lonchear”,
se acercaron los de la otra lancha y nos dijeron que donde ellos andaban si
había grandes pero, que los lobos se los andaban arrancando. Total que todos
nos pusimos a “lonchear”, parecía un día de campo en el mar.
Fuimos para allá donde andaban los lobos y… era cierto, andaban hambrientos, al subir de
pronto se ponía muy pesada la piola y de pronto aflojada, era el lobo que ya
nos había robado algún pescado.
Nos enfadamos de la poca pesca y cambiamos de punto un poco
más lejos. Ahí como que agarramos una rachita, aunque también había lobos,
estos daban menos lata, no por ello dejaban de robarnos las presas.
Nos habíamos anclado. Por ancla usamos dos rines y un
chicote muy, muy largo, pues el mar es profundo aquí.
¡Vamos a movernos! ¡Hay que levantar el ancla!, mi compa
prendió el motor, lo vi que se entretuvo jalando y tratando de meter la cuerda
de arranque, ésta no regresaba a su lugar, se quedaba afuera, lo vi maniobrar
con unas pinzas. Total que se quebró un plato dentro del arranque y esto hizo
que se cerrara el carril donde la piola entra.
¡Ni modo, nos tenemos que regresar!
De apagar el motor ya no tendríamos manera de hacerlo andar
de nuevo.
¿Qué, cómo nos fue?
Pues bien, regresamos.
La gente en la playa nos compró casi todos los pescados,
vendimos bien barato, de 60 el kilo de rokot, lo dimos a 40 y aún así la gente
regateando
¿Qué cuántos pescados sacamos? Pues pocos, apenas para pagar
la gasolina y los doscientos pesos de la soldada de la pieza del motor.
Como dije, fue un día de regresos.
Hoy, yo regreso a esta maquina, a estas hojas donde voy contando
mi transcurrir por la vida, donde de alguna manera limpio mis cargas
emocionales, donde aclaro mis ideas y después de esto veo la vida de una manera
mas bella.
Ojala y pronto la basura que no me permite ver al perrito
sin dueño, se vaya y así regresar a los caminos de la fantasía.
Hoy estoy aquí y ahora con una familia hermosa que Él de
arriba me puso en el camino, agradecido con el por esta segunda oportunidad
después de muchas segundas oportunidades.
Hoy sigo aprendiendo a vivir y esto es lo mas bonito que me
puede estar pasando.
Que tengan un excelente día!