Miércoles 30
de abril del 2014
8:37 am.
Acá en la
montaña.
“…alegres o
tristes salen de Ensenada…”
“Que feo
canta Chalino, pero como le echa sentimiento”, eso dijo alguien de Sinaloa. A
mi me gusta, me trae los sonidos que llenaron el ambiente en algunos lugares,
en algunas épocas. Su música me ayuda a revivenciarlos, a vivir de nuevo ese
sentimiento.
A Chalino lo
escuchaba en las grabadoras de los pescadores sinaloenses, pescadores camaroneros.
Yo era una gaviota más en el muelle. taloneando pescado pero siempre tirándole
al camarón. Fueron buenos momentos de la niñez, tendría unos once o doce años.
Escucho la
música y puedo sentir ese ambiente de fiesta en la cubierta del barco. Todos sentados
en la borda echando desmadre, la clásica carrilla entre cabrones, pero carilla
grande donde la palabra madre va de boca en boca, de cogida en cogida.
No! No están
peleando. Las voces de los pescadores son gruesas, roncas, de personas fuertes,
hechas bajo los rayos del sol, la brisa del mar y lo fresco o frio de la noche.
No están
peleando, es la forma en que demuestran su confianza, que algunas veces se
rompe y alguien no aguanta, pero aun los chingadazos son parte de las
borracheras.
Bendito
alcohol! Algunos seguirían la fiesta hasta el día en que volvieran a echarse al
mar. 17 , 19 o más de 20 días en el mar, luego a descargar, cargar de nuevo y
vámonos a pescar! Algunos barcos de Salina Cruz, se irían al norte, algunos a Mazatlán,
otros a Guaymas. De allá también vendrían barcos. En el muelle se podían ver
muchas cooperativas, muchos colores que distinguen a unos de otros.
Me gusta la
combinación de blanco, mucho blanco y naranja que distingue a los barcos de la
cooperativa de los Istmeños. La más grande! La de casa.
Por fin se
ponen de acuerdo, y comienza la descarga del camarón macanudo, del grande, del
de importación. En aquellos años se levantaban más de 15 toneladas, algunos 18,
o hasta más. Por lo general de una por día. A según mis cálculos en aquellos
tiempos.
Pocos, pero
si algunos se llevarían su guato de camarón chido para su casa. Ese no podían
negociarlo fuera de la empacadora, tampoco podían sacarlo del muelle. Aunque si
salía. Pos mira!
Después de
eso, comienza la descarga de la fayuca, del camarón chico, después el pescado.
El pescado se dice que es del pavo, el ayudante de todo. De la venta de la
fayuca se repartirán todos, de la venta de macanudo se repartirán solo los
marineros y el capitán que algunas veces es el dueño deL camaronero. Soy un
fayuquero y si soy bueno, me tocara más que pescado, me tocara fayuca, el
camarón pequeño.
Disque
ayudar y hacer como que ayudas, entrometerse y pos que lo vean a uno movido
para que al final me pregunten si traigo alguna bolsa para echarme unos
pescados y pos a veces hasta unos camarones que quedan entre el hielo o por ahí
se desbalagan hasta llegar a alguna de las tantas bolsas que traigo.
Siempre rayados! Siempre llevábamos muchas
bolsas de plástico, una o dos por bolsa del pantalón; en la cintura, alguna vez
me amarre un chango, esas bolsas tejidas de piola con la que hacen los
chinchorros. Esta chida y esta especial para llenarla de pescado. Está hecha en
forma tal que los hilos no están amarrados, se mueven. Es el morral perfecto y
se hace muy grande.
Como gaviota
brincando de barco en barco, aferrados, aunque a veces los brincos fueran incómodos,
altos, peligrosos, con viento del norte moviendo todo. Caer y quedar aplastado
por los barcos que chocan unos con otros. Gracias jefito porque siempre nos
cuidaste.
Me toco buenos
tiempos en que Jonathan nos rayaba y ahí me ven, junto con mi carnal Carlos,
llevando bolsas de pescado y un costal de calamar. Rayados! Venderíamos el
calamar en el mercado, dejaríamos un poco para la casa. Lo mismo haríamos con
todo lo demás. Solo llevar el que se ocupa para comer y lo demás a la venta.
Rayados! En domingo y con lana para ir al cine.
Como lo
hacen? Como puedo meterme en su proceso de descarga? Y pos le hallaba! Y ahí
nos ven, agarrando barriletes por la cola y aventándolos a donde los estaban
pesando. Alguien los aventaba de la bodega hasta arriba de la entrada de la
bodega. El que estaba dentro de la bodega no veía lo que pasaba arriba en
cubierta, solo los aventaba para arriba y para afuera. Había que estar trucha
para que no me tocara un barriletazo. De ahí los movíamos a otro lado. Todo se
aprende. Al final, ahí vamos cargando un gran barrilete para la casa.
Esos
horneados de barrilete que se aventaba mi jefa! Hay mama! Me volví acordar de
ti. A veces pedían que alguien se quedara a lavar la bodega, sacar todo el
hielo y lavar chido y dejar todo listo para que se volviera a echar el hielo.
Así la
jugada. Los pescadores ya con lana, no querían hacer nada y pagaban con lana
pero mayormente con producto, por que los demás hiciéramos lo más simple. Los
24 de chelas corren de lado a lado, mayormente, aunque los hay que no
pisteaban.
A veces nos
les hacíamos los aparecidos a los conocidos de la colonia. Y ahí estábamos
buscando el saludo, intentando hacer platica. Ellos ya se la sabían. Siempre
que llegan a tierra tienen muchos amigos. Uno…pos también…ya sabíamos que
barcos entraban y quienes venían ahí. Pos ni como se escaparan.
En algunos
muelles no dejaban entrar, así que pos se trataba de llegar al barco que
buscábamos o que veíamos que estaba descargando, por otro lado, buscábamos otra
puerta y le ganábamos al vigilante por los muelles internos que algunas veces
no tenían muchas tablas o estaban muy peligrosos para caminar sobre ellos,
algunas veces había que caminar un tramo de tubería, que era con los que
estaban hechas las bases del muelle y sobre la que faltaban muchas tablas.
Siempre le
hallamos el modo. Eramos una plaga de morrillos, de cabroncitos fayuqueros, las
gaviotas humanas.
Para entrar
a los muelles, cruzábamos la barda por un pedazo donde muchos hacían vereda,
lejos de la vista de la caseta de vigilancia. Salíamos atrás de unos edificios
abandonados, entre pinos y mucha basura, hasta que llegábamos a la calle que
corre por dentro del área de muelles.
Caminábamos
ya en la calle cuidándonos en los últimos tiempos de la camioneta que a veces
usaban los vigilantes. Casi nunca los vi, mi bronca era mas fuerte con los
vigilantes que ponían las cooperativas en las entradas de los embarcaderos. El
mas difícil era el de los Istmeños. De ahí, unos dos o tres vigilantes mas y de
ahí nada. Eran embarcaderos sin vigilancia, cada quien cuidaba su barco.
Nosotros nos trepábamos a todos, algunas veces cruzábamos su cubierta y
seguíamos cruzando mas cubiertas, hasta que llegábamos al barco que estaba
descargando. Ahí donde tanta gente y gaviotas formaba la algarabía del triunfo
de un capitán, un motorista, el cocinero, dos marineros y el pavo.
En la
temporada de pesca, las calles de la colonia se llenaban de aromas a costa, a
mariscos frescos hirviendo, fritándose, la fiesta en casa apenas comienza.
Las chelas
llegan por cartones. Las grandes ollas están en la lumbre, el jefe de casa a
llegado, 20 días en el mar, estará tres o cinco, mucho una semana en tierra,
viene cansado, viene contento, ha sido una buena pesca.
La familia
grande se junta. El guato de pescado que fue su parte, los camarones, los
caracoles que limpio mientras andaba allá en el agua, las langostas que cayeron
en las redes de arrastre, algunas aletas de tortuga. Hijoles mama! Ya me dio
hambre! todo eso lo repartirá entre sus conocidos, dejando la mayoría para su
familia.
Se pueden
distinguir los diferentes aromas, huele a a calamar hervido, huele a caracol,
son camarones al mojo de ajo, que rico chimpanchole de jaiba!
A veces
coinciden las llegadas de los pescadores con alguna mayordomía y pos vámonos a
la fiesta. una gran olla, muchos totopos, su cartón de cerveza o botella de
fuerte sobre el hombro. Que siga la fiesta! banderas de colores en la enramada,
los trajes típicos de las istmeñas, las elegantes guayaberas blancas, los
collares de oro, tanto oro que portan mis paisanas. Jicalpextles con muchos
colores de las tantas flores con que están pintados sobre ese fondo negro, el
mismo que servirá de base a los tantos colores de hilos bordados en los
huipiles y naguas de las bellas mujeres cuya alegría se desborda en los viajes
de quienes prontos llegan con otro cartón de cerveza.
Botellas vacías
de cuartitos, van llenando el piso y los alrededores de las sillas. La música
regional suena abriendo la fiesta. Mesas con letreros que dicen los nombres de
las hermandades que las ocupan. La pista llena de mujeres que bailan unas con
otras en una danza suave, donde las manos levanta la abultada y elegante nagua
de fiesta. el rostro altivo, la mirada ida a algún lugar donde las miradas
coinciden en las raíces de una raza cuyo himno se escucha a las doce del día en
todas las estaciones de radio de la región.
“…Ay
sandunga!
Sandunga
mama por dios…”
Botana y
chelas, las comadritas se encuentran, se invitan a cooperar en sus mesas, dan
su limosna que ve va anotando en una libreta. Al final lo que se junte será
entregado a los mayordomos.
En aquellos
tiempos las fiestas llegaban a durar hasta ocho días. La enramada en la calle
vistiéndose a cada rato con nuevos adornos, los padrinos o madrinas del la
fiesta en chinga haciendo su labor. Las cocineras, no pararan y el fuego ardera
dia y noche, calentando los botanones con los que algunos crecimos.
La música,
la bendita música. Me hace viajar en el tiempo, recordando shuncolandia,
recordando sus gentes, sus costumbres; recordando lo que mis ojitos míos de mi
vieron.
Esas eran
fiestas! verdaderos bacanales, donde 400 0 500 cartones de cerveza solo eran lo
mínimo para un día.
El dinero
corría bien, la flota camaronera era fuerte. Los pescadores construían las
mejores casas en las colonias. Salina Cruz era un puerto pesquero, el más
grande del pacifico sur, su grandeza era su flota camaronera.
La flota
camaronera mexicana era muy fuerte.
Me gustaba
imaginar mientras miraba el mar frente a mí, como serian las noches allá en el
mar, como sería la vida pescando, cuantos animales sacarían las redes, que yo
nunca vería en tierra.
Solo eran
sueños y curiosidad. Algún día descubriría que la pesca de arrastre es
destructiva, pero eso no cambia mis sueños de niño. Sueños a los que regreso
cuando escucho la música que en aquellos tiempos se escuchaba.
Puedo correr
por los cerros, descalzo pues las chanclas ya están muy gastadas, la piel de
mis pies es gruesa, puedo derrapar mientras bajo y siento la arena, los granos
gruesos de ella, moliéndose bajos mis plantas. Corro mientras siento el viento
del norte pegando a mi cuerpo, empujándolo con sus rachas caprichosas que
algunas veces me permiten recargar mi peso sobre ellas, brinco los viejos
arroyos cuya agua sigue corriendo siempre hacia abajo hasta que un día vuelve
al mar.
Escarbábamos
los cerros, inventando carreteras e historias que se fueron con los carritos de
juguete. Con resortera hechas por nosotros, nos íbamos al monte a cazar
lagartijas, a tirarle a los pajaritos, éramos maletas para atinarle a los
pajaritos, a las lagartijas si les dábamos, aun no había conciencia. Solo éramos
niños caminando por aquellos terrenos llenos de monte en los cuales había
chubarobas, anonas, pepes, y otros cuyo nombre no recuerdo.
Las anonas
son sabrosas, ya casi no hay árboles silvestres de anona, ni de nanchi. La
gente como nosotros corto todo lo que había en los terrenos y construyo su
casa. Todo el cerro se pobló, los demás cerros también se llenaron de casas y
ya no estábamos tan lejos de la ciudad, ya somos la ciudad.
Subir al
cerro era sentir el viento más fuerte, ver el inmenso mar azul y escuchar los
sonidos del señor del monte.
A veces
caminábamos con dirección a Piedra Cuachi, yo nunca llegue hasta allá, en
aquellos encuentros con la naturaleza sentía miedo, sentía la presencia de algo
que me amenazaba, sentía al viento moverse acechándome como un ser vivo, sentía
que entraba al mundo de otros seres que no estaban en las ciudades. La gente
contaba cosas de algunos cerros, de magia y esas cosas de seres mágicos, y
Piedra Cuachi no era la excepción.
Con miedo,
pero nos gustaba andar por ahí, por los arroyos, por los cerros, por las
playas. Ese es el Salina Cruz que yo recuerdo, cuando escucho a Chalino
cantando Pescadores de Ensenada.
“…Salina
Cruz, del faro recuerdo yo siempre su luz…”
Toda la
semana ha hecho aire, un mancha gris se aprecia a lo lejos, en dirección a
Salsipuedes, algunos cerros están prendidos, es el humo de la quemazón a causa
del calor y de este viento que viene de tierra y entra a la mar.
No hemos
podido ir a pescar con el Pecas y Sergio, la mar esta brava. Las olas ya no
están tan altas pero el viento en muy fuerte. Las palmas se mecen con el viento
produciendo sonidos que me recuerdan ese viento del norte que pega fuerte en
Salina Cruz.
No hemos ido
ni a tirar anzuelo de orilla.
Ayer se fue
el Ruben Bela rumbo a Tijuana, ahí tomo su avión rumbo a DF. Ya regreso a su
tierra, de ahí tal vez se mueva rumbo a Puerto Escondido. Ya conoció la baja,
ya vio las ballenas y toco una allá por Guerrero Negro. Ya encontró la relación
entre este viento y la rola de Manu: “…el viento viene, el viento se va…”
Todo bien,
me siento vivo.
A la orilla
de la carretera y con el gran océano pacifico que se ve desde nuestras
ventanas.
Acá en la
montaña, en Puerto Nuevo, playas de Rosarito. En la baja califas.
La vida
sigue y nada esta quieto, todo se mueve, aunque sea encima de esta esfera que
se mueve en el espacio y tiempo.
Puro para
adelante compa!
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